jueves, mayo 08, 2008

Miguel Hernández respira corazones por la herida

I
Una brillante generación de poetas, conocida como la Generación del 27, floreció a finales de los años veinte y durante toda la década de los treinta. La influencia de esta formación generacional se reflejó en poetas como César Vallejo, Pablo Neruda, Vicente Huidobro y Octavio Paz, entre otros. Al grupo al que en ocasiones se hace referencia como Generación del 36 pertenecen Germán Bleiberg, Carmen Conde, Luis Felipe Vivanco, Leopoldo Panero, Luis Rosales, Dionisio Ridruejo y, así también, Miguel Hernández, quien fue elogiado de forma unánime tras la publicación de El rayo que no cesa (1936). La generación del 36 se caracteriza por la expresión de su fe religiosa y por su intimismo. Fueron poetas disconformes con la situación política y social creada tras la Guerra Civil española pero, que en vez de enfrentarse con el régimen establecido, optaron por una poesía personal y sincera sobre la naturaleza, la fe religiosa y otros temas íntimos.
La guerra civil española (1936-1939) y los turbulentos años que la precedieron influyeron profundamente en la trayectoria de los escritores. La mayoría de éstos, por no decir todos, tomaron partido por alguno de los bandos que se hallaban ya prácticamente en lucha fratricida desde 1931, y ello se reflejó en casi toda la producción literaria de la época, muy rica en todos les géneros. Por lo demás, y una vez terminada la contienda, la mayoría de estos autores continuaron su labor creadora, si bien muchos tuvieron que hacerlo en el exilio.
II
Miguel Hernández nació el día 30 de octubre de 1910. Su padre se dedicaba a la cría y comercio de ganado, por lo que el nacimiento del nuevo hijo le llenó de satisfacción al pensar que sería de gran ayuda en la continuación del negocio familiar. A Miguel Hernández le llamaban el pastor poeta porque de pequeño se dedicaba a cuidar el ganado que tenía su padre. Al cumplir los catorce años, su padre lo sacó del colegio para que le ayudara en el pastoreo de las cabras. Esta brusca paralización de sus estudios supuso un fuerte trauma, que vio así truncada su aspiración de adquirir una sólida formación. Pero la decisión paterna no impidió que Miguel siguiera cultivando su inquietud cultural y, sobre todo, literaria. En su bolsa de pastor no olvidaba poner cada mañana algunos libros de poesía: Gabriel Miró, Vicente Medina, Garcilaso, Ruben Darío, etc.; serían sus poetas preferidos. Poco a poco fue familiarizándose con el estilo de aquellos poetas, así empezó a hacer sus pinitos poéticos.
III
La obra literaria de Miguel Hernández comprende la poesía, el teatro y la prosa. Pero donde más destacó y es más conocido, es por su producción poética. Aunque vivió poco tiempo, escribió cinco libros de poesía, además de numerosos poemas sueltos. Asimismo publicó cuatro obras de teatro y diversos escritos en prosa.
Uno de los libros más conocidos y famosos de este poeta es El rayo que no cesa. Este libro, publicado en el año 1936, consta de 29 sonetos, una de las formas poéticas más difíciles de escribir.
El libro está dedicado a la que luego sería su mujer, Josefina Manresa, y el título le viene del principio de un soneto que empieza así
¿No cesará este rayo que me habita
el corazón de exasperadas fieras
y de fraguas coléricas y herreras
donde el metal más fresco se marchita?
Y, efectivamente, el rayo del amor no cesa en el corazón de Miguel. Amor y dolor son las dos grandes pasiones que cruzan todo este libro y que ya marcarán inexorablemente su vida.
Además, la figura del toro aparece repetidas veces en este libro con una fuerte carga autobiográfica. Miguel se siente identificado con este noble animal que “respira corazones por la herida”:
Como el toro he nacido para el luto
y el dolor, como el toro estoy marcado
por un hierro infernal en el costado
y por varón en la ingle con un fruto.
y no da un paso atrás si no es para escarbar sangre y furia en la arena. Miguel, al igual que el toro, se considera carne de yugo destinado para el quebranto. Por ello, y de forma premonitoria, la muerte aparece descarnada, trágica en este libro de su juventud.
El toro es a menudo trasunto de él, y representa el impulso genital por excelencia. Los problemas sobreviven al encontrarnos con este animal, destinado a la corrida o con el castrado. Ese animal trágico es, desde luego, el que predomina, pero no es el único hernandino. Por eso, cuando se habla de él como continua presencia en su obra, conviene precisar que se trata, en efecto, de un tema muy importante en su poesía, pero que al mismo nivel hay otros que lo son tanto o más (el limón, el mar, la palmera, el pájaro, etc.). Y su simbolismo no siempre es trágico, al igual que el amor no siempre conduce a la pena. El soneto de El rayo que no cesa refleja un sentimiento desarraigado de lo natural, que conduce, por tanto a la muerte.
En sus sonetos y, sobre todo en las composiciones más libres se observa con claridad el Miguel Hernández de la poesía impura y de un erotismo mucho más coherente con lo que ya empieza a ser su cosmovisión definitiva. El rayo que no cesa es el resultado de la crisis de Miguel, y que sin esa clave no es posible entender su verdadero alcance.
Ya puedes, amorosa fiera hambrienta,
pastar mi corazón, trágica grama
si te gusta lo amargo del asunto.
Ante todo, el amor. El descubrimiento del amor constituyó, para Miguel, una auténtica aventura poética. En El rayo que no cesa se va a encontrar con temática abundante y falta de material expresivo en que volcar ese cúmulo incesante de sentimientos. La muerte también hace presencia en este libro, y que además es una constante en toda su obra, y en toda su vida, como lo muestra varios de sus poemas sueltos:
Desde que tú eres muerto no alientan las mañanas,al fuego arrebatadas de tus ojos solares:precipitado octubre contra nuestras ventanas,diste paso al otoño y anocheció los mares.
Esta estrofa, fragmento de un poema escrito a su primogénito, enmarca el luto que Miguel Hernández lleva siempre consigo; desde la muerte del niño, para él ya no existen mañanas iluminadas, sino mares oscuros y sombríos.
IV
Miguel Hernández, descubrió a los autores del Siglo de Oro. Influido por éstos, desechando las modernas tendencias propias de la llamada generación del 27, cultivó la métrica renacentista y barroca. Su lirismo, su independencia con respecto a las servidumbres de la moda literaria, y la sencillez y pureza de su obra, le han convertido en uno de los grandes modelos de numerosos poetas posteriores.
Hay toda una generación sobre la que pesó decisivamente la guerra civil y sus consecuencias: clamorosas adscripciones políticas, la cárcel (donde murió Miguel Hernández).
La importancia de la obra de Miguel Hernández influyó notablemente en las generaciones posteriores y ha sido y es muy admirado por muchos escritores anteriores y posteriores a él.