martes, febrero 24, 2009


La ostranenie. Primer intento de análisis del formalismo ruso.

El formalismo ruso, escuela crítica de principios del siglo XX, estaba interesado en la literatura como un fenómeno que no tenía que ser justificado a través de otros campos de investigación. Intentaba crear una ciencia poética. Esta escuela sufre una sucesión de cambios socio-culturales, políticos, religiosos, artísticos, etc. Por tanto, resultaría lógico pensar que desarrollaran un pensamiento finalista-funcional.


Una de las mayores aportaciones del formalismo ruso fue la adopción de un punto de vista externo de la crítica de la obra, que dio inicio a una ciencia literaria con un objeto específico: la literariedad. Con esto, los análisis de los formalistas no se limitaron a describir cómo se construye la obra literaria, sino que además hicieron un juicio de valor estético sobre ella. Otra gran aportación fue el concepto de ostranenie, que, de no haberle suprimido una ‘n’ a ostrannenie, no hubiera sido nada nuevo. Tomashevski interpretó este error como un recurso intencional de Sklovskij para subrayar el carácter desautomatizador del concepto.


Por otra parte, y tomando en cuenta las escuelas anteriores, tenemos que los formalistas tienen el modelo de "estructura" de los estructuralistas. Tal modelo, hablando de una estructura literaria, cumple una función estética cuando se obliga a la percepción a detenerse en su propia construcción. Desde que la estructura es reconocida, la forma, la lectura, es hecha rápida y automáticamente. Para el formalista el procedimiento sólo es estético cuando se evita el reconocimiento automático e impone una tarea de reconstrucción formal.


De esta manera, Sklovskij nos indica que las formas en sí son lo de menos; lo decisivo para provocar el efecto estético es la disposición de la forma de la obra. El crítico literario, por tanto, debe reconstruir lo provocado entre las formas automatizadas y las formas desautomatizadas para encontrar el valor estético. Es decir, el análisis literario no debe limitarse a la configuración formal de la obra, sino que debe advertir el proceso de desautomatización que se alcanza a percibir.


Ahora bien, aquí podríamos preguntarnos ¿por qué el arte persigue el asombro? Sklovskij responde, implícitamente, con su teoría de la desautomatización: los objetos codificados no son aprehendidos con la intensidad con la que se perciben cuando su extrañeza no nos deja otro recurso. El artista necesita percibir la realidad al margen de los medios habituales y anticipados por un automatismo.


Así, el poeta es aquel descontento con el automatismo y capaz de romperlo. Podría ser, entonces, que el mismo artista no sepa ni desee saber la apariencia final de su creación. Lo que se sabe, entonces, es el efecto que se quiere provocar y qué medios han de utilizarse para lograr tal efecto.


El arte es el recurso para engañar nuestra percepción y la codificación de lo real que ha sido automatizado por el uso, mediante su presentación como algo desconocido. Pero no sólo quien lee experimenta esta vivencia, sino que el autor precisa de una experiencia similar para construir un artificio estético.


Por otro lado tenemos el concepto de zaum, que se suele traducir como transnacionalismo, nos refiere a un término global que recubre diversidad de mecanismos y de propiedades poéticas. Este término ha sido usado para explicar el poema. Así, zaum, es parte esencial de la ostranenie; específicos de la lengua poética.


Me atrevo a afirmar, entonces, que el valor artístico de una obra no depende de elementos conscientes, es decir, el poeta domina, inconscientemente, los recursos poéticos. El poeta, el escritor, el creador, comienza una obra e ignora –y conoce– su final, tratando de mantener presentes en todo momento el zaum y la ostranenie.

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